Presentado por: Jorge Alberto Rojas Leysequías
La palabra suerte, atrae un gran poder al mencionarlo. Aunque muchos de nosotros creemos que la suerte existe, es una esperanza de la cuál esperamos con ansias, aunque en realidad nos conlleve a un proceso de cambio, en la forma de pensar.
Día a día: ¿te haz preguntado a ti mismo, sí realmente te mereces la suerte que tanto le pides a la vida? Haz dicho en muchas ocasiones Dios dame suerte en mi vida. Sin embargo en la mayoría de los casos no se ha conseguido. ¿Por qué? Por que depende de uno mismo, desde el poder de la palabra y nuestras acciones.
Para muchos de nosotros cuándo hay un accidente o una injusticia en sí mismo o entre quiénes nos rodean. Nuestra ingenuidad y nuestros pensamientos, reflotan en decirnos a sí mismo y a los demás: ¡qué mala suerte!, confundimos lo sucedido y aún no hemos comprendido que el poder de la palabra, atrae inconcientemente lo que no queremos que nos pasen.
La respuesta, ha esta creencia, en la cuál mucho de nosotros estamos conectados, es tener en la mente, el pensamiento que la mala suerte existe.
Existe la suerte, pero uno la atrae, con nuestras propias palabras, con nuestros propios pensamientos, con nuestras propias emociones, nuestras actitudes, nuestros comportamientos frente a los demás, a tal fuerza de decidir en sí mismo, que nuestro destino puede ser un futuro exitoso.
A qué nos conlleva a nosotros como futuros empresarios. Nuestro destino radica en que tanta base, que tanta confianza y seguridad sientas en sí mismo para decir: “El sueldo que yo gane o todo lo que tenga en la vida, no será a través de la ingenuidad que la suerte llega a ti, si no de pensar que la suerte la atraes a través de tus palabras para poder decir: “Yo voy a ser un empresario exitoso”.
“El sueldo no es una medida de felicidad, la felicidad es encontrar el diamante más maravilloso que está en nuestro interior y el cuál, debemos despertar”.
Próximo artículo:
“Confianza y Seguridad Empresarial”
La palabra suerte, atrae un gran poder al mencionarlo. Aunque muchos de nosotros creemos que la suerte existe, es una esperanza de la cuál esperamos con ansias, aunque en realidad nos conlleve a un proceso de cambio, en la forma de pensar.
Día a día: ¿te haz preguntado a ti mismo, sí realmente te mereces la suerte que tanto le pides a la vida? Haz dicho en muchas ocasiones Dios dame suerte en mi vida. Sin embargo en la mayoría de los casos no se ha conseguido. ¿Por qué? Por que depende de uno mismo, desde el poder de la palabra y nuestras acciones.
Para muchos de nosotros cuándo hay un accidente o una injusticia en sí mismo o entre quiénes nos rodean. Nuestra ingenuidad y nuestros pensamientos, reflotan en decirnos a sí mismo y a los demás: ¡qué mala suerte!, confundimos lo sucedido y aún no hemos comprendido que el poder de la palabra, atrae inconcientemente lo que no queremos que nos pasen.
La respuesta, ha esta creencia, en la cuál mucho de nosotros estamos conectados, es tener en la mente, el pensamiento que la mala suerte existe.
Existe la suerte, pero uno la atrae, con nuestras propias palabras, con nuestros propios pensamientos, con nuestras propias emociones, nuestras actitudes, nuestros comportamientos frente a los demás, a tal fuerza de decidir en sí mismo, que nuestro destino puede ser un futuro exitoso.
A qué nos conlleva a nosotros como futuros empresarios. Nuestro destino radica en que tanta base, que tanta confianza y seguridad sientas en sí mismo para decir: “El sueldo que yo gane o todo lo que tenga en la vida, no será a través de la ingenuidad que la suerte llega a ti, si no de pensar que la suerte la atraes a través de tus palabras para poder decir: “Yo voy a ser un empresario exitoso”.
“El sueldo no es una medida de felicidad, la felicidad es encontrar el diamante más maravilloso que está en nuestro interior y el cuál, debemos despertar”.
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